Partimos de Oriñón (10 m),
perteneciente a la pedanía de Castro Urdiales, en dirección norte, siguiendo la
desembocadura del río Agüera en la Ría de Oriñón. Flanqueada y defendida por
los montes de Cerredo (644 m) al este y Candina (476 m) hacia el oeste, se
encuentra por el norte a salvo de las olas gracias a la roca de piedra caliza
del Cabo Cebollero. Desde Oriñón tomamos la carretera local hacia el pueblo
de Sonabia (60 m).
Pasadas las primeras casas de Sonabia, encontramos un cartel
a nuestra izquierda que nos indica un camino carretero por el que se accede a la
playa y a nuestra ruta. También podemos continuar por la calle del pueblo hasta
el mar y descender por uno de los muchos senderos a la playa nudista de
Valdearenas (3 m). Ascendemos en diagonal por una estrecha senda por la ladera
del monte Candina, cubierta en su parte baja por singulares dunas remontantes.
Desde el sendero podemos contemplar el alto del monte "Los ojos del Diablo".
La disolución de la caliza ha propiciado la formación de unos miradores
naturales conocidos en la zona con el nombre de Ojos o Arcos de Llanegro.
El sendero gira a la izquierda superando una corta canal que
conduce a un mirador natural situado a gran altura sobre el mar (255m.).
Continuamos en dirección oeste, hacia el paso clave de la ruta, una horcada
rocosa por la que pasamos al lado occidental del monte, teniendo a la derecha
una caída abismal. Giramos hacia el sur por un sendero pedregoso que pierde
altura a media ladera encontrándonos muchas señales de GR (sendero de gran
recorrido). En este macizo de Candina, se explotó el mineral de hierro hasta
las últimas décadas del siglo XIX. El hierro era extraído en hoyos aún visibles
en distintos puntos.
Bajamos hacia el Valle de Liendo, al principio
progresivamente y luego de modo más directo. Atravesamos un encinar y junto a
una cabaña (100 m) cogemos una pista que pasa junto a las ruinas de la ermita de
San Julián (78 m). Tomamos en el cruce la pista de la derecha, alcanzando las
inmediaciones de la Playa de San Julián (3 m), a la que se puede bajar por unos
escalones tallados en la ladera.
Seguimos de frente, hacia las ruinas de la antigua yesera,
Diapiro de Liendo, catalogado como punto de interés geomorfológico, donde se
puede observar un fenómeno geológico que consiste en el movimiento de rocas de
naturaleza más plástica entre otras de mayor dureza. Así afloran a la superficie
materiales como el yeso.
Después de visitar el acantilado, retrocedemos para coger
de nuevo la pista hacia la derecha (a la izquierda, si venimos de la playa de
San Julián), y subimos hacia la Sierra la Vida. Cuando la pista coge rumbo sur,
tomamos un sendero junto a una alambrada que bordea el acantilado. Vemos un
mojón (201m) por el que cruzamos la alambrada (límite municipal entre Liendo y
Laredo). Entre praderas vamos sorteando los tojos hasta llegar a Valverde
(180m.). Descendemos por un callejo empedrado entre paredes y huertas para
entrar en Laredo (36m) por una de las puertas de la muralla medieval. Un poco
más adelante tomamos una calle a nuestra derecha hacia el fuerte del Rastrillar.
Abajo, en el acantilado, se pueden ver las ruinas del puerto artificial, que
sirviera de alternativa al enarenado de sus muelles medievales y que una galerna
destruyó la flota pesquera allí recogida, siendo el anuncio de su conversión en
ruinas a las que aún se puede acceder por un túnel excavado en la roca.
El Rastrillar, La Rochela, la Atalaya o el Canto de Laredo,
que de todas esas formas se llama, se encuentra coronado por los muros de las
estratégicas fortificaciones iniciadas por Felipe II y rematadas por los
Franceses. En 1639 la Armada Real Francesa lo tomó y saqueó, tras acallar los
cañones de sus baterías y desembarcar un millar de hombres, a los que sólo se
pudo hacer frente con las compañías de honrados vecinos mal armados.
Nos encontramos frente a Monte Buciero, la Ría de Asón,
también conocida como ría de Marrón y ría de Limpias. La Puebla Vieja de Laredo,
coronada por el abierto y acogedor caserón gótico de su iglesia mayor de Santa
María de Belén, es monumento nacional en su conjunto. Aunque perdió alguna de
sus robustas torres medievales que sobrevivieron hasta el siglo XX, sigue
teniendo espléndidas casonas, recoletas calles, algunos lienzos de la antigua
muralla.
Bajamos hacia el puerto pesquero, para entrar en la playa
y darnos un merecido baño. |